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Víspera de Navidad


Veinticuatro de Diciembre, esta noche es noche buena, no navidad como dicen casi todos, no confundan, hoy es noche buena.
Qué rápido ha pasado este año, ¿no?.
Espero que este día sea igual o por lo menos un poco parecido a los años anteriores, y no me refiero al del año pasado porque ese si fue, nada agradable.
Todos los años eran parecidos; llegaba el primero de diciembre y mi mamá ya estaba pidiendo que saquen las cajas con los adornos navideños del depósito(habitación donde se guardan las cosas que no usas frecuentemente). Una vez todo afuera, empezaba la decoración, siempre la misma, el árbol en una esquina junto a la chimenea, las botitas de adviento numeradas del uno al veinticuatro colgadas por la entrada, una guirnalda en todo el largo de la escalera, otra guirnalda en la entrada que hay de la sala al comedor, y así sucesivamente. Adornos por aquí y por allá.

De todo un poco

Crecí en una familia de católicos, padres y hermanas católicos, pero la única que va semanalmente a misa y tiene prácticamente un altar en su habitación es mi madre. Ella asiste a talleres de oración, va a la iglesia y lee todos los días la biblia, está súper pegada a la religión, sin embargo a veces demuestra lo contrario con algunas actitudes. Mi padre sabe muchas cosas acerca del catolicismo, por eso se hace llamar así, pero la verdad es que no sé cuándo habrá sido la última vez que puso un pié en una iglesia. Mi hermana mayor asiste cuando hay algún evento especial (bautizo, matrimonio, etc) y ya, y mi otra hermana del mismo modo, a excepción de que ella sí tiene una biblia que lee de vez en cuando y le gusta participar de algunas “actividades” como la corona de adviento y demás.

Tú decides

Antes todo era más sencillo; el colegio, los amigos, la familia, los juegos; una vida simple de cierto modo.

Te levantabas temprano, te bañabas (algunos), te ponías el uniforme, tomabas desayuno, agarrabas tu mochila, tu lonchera y ya estabas listo para irte a estudiar.
Llegabas al colegio, te encontrabas con tus amigos, si es que no habías hecho la tarea se la pedías prestado a alguno de ellos y “comparabas respuestas”, una vez en el salón guardabas tus cuadernos dentro de la carpeta y esperabas a que el profesor llegara. Te divertías jugando con tus amigos en el recreo, otros la pasaban mejor estando solos. Terminando las clases, te ibas a casa, te ponías ropa de “entrecasa” (otros no), almorzabas, veías televisión, hacías algunas tareas, entrabas a la computadora y chateabas con tus amigos o jugabas. Rápidamente llegaba la noche, los que no se bañaban en las mañanas, lo hacían en ese momento, te ponías la pijama (otros nada), y a dormir. Casi todos tus días de semana eran iguales, no tenías que preocuparte de más, ¿Qué rico no?

Querer es poder

Tenía que comprar ese helicóptero a como dé lugar, no sabía que iba a hacer, pero tenía que regalárselo a Daniel porque sabía que le iba a encantar y obviamente, sorprender. Para ello necesitaba en primer lugar, dinero. Yo no soy una persona muy ahorrativa que digamos, intento serlo, pero no puedo. El dinero que recibo cada cierto tiempo, lo uso para pagar mi móvil, movilizarme en taxis, y alguna otra cosa que necesite para la universidad.
Lamentablemente soy una persona muy hambrienta o creo que es la ansiedad, pero bueno, digo lamentablemente porque en casi todas las clases me da hambre, y yo sé, seguro dirán ¿Pero por qué esta chiquita no come en su casa?, pues fácil, muchas de mis clases coinciden con la hora del desayuno, almuerzo o cena; así que no tengo tiempo para ir a casa y comer algo, es por este motivo que a casi todas las clases llevo algo de la tienda para comer. Muchos de los que me conocen, saben de qué estoy hablando.

Dulce como caramelo

Hoy estaba regresando en un taxi a mi casa, acababa de almorzar con Daniel.
El taxista era muy buena gente, también pude notar por su acento, que probablemente provenía de la sierra. El me iba hablando en el camino, hablaba sobre los edificios que estaban en el cerro.

- Mire señorita, en esa parte del cerro se construye mucho edificio, ¿ve ese blanco?, es su hermanito menor del grandote de su costado jaja. Qué pasará cuando hay terremoto! Uy que miedo señorita! No me gustaría vivir ahí.

No te escondas

Son las 8:15 de la noche, Alejandra está echada en su cama, tiene las manos cruzadas y apoyadas sobre su pecho, mira al techo, y piensa en su novio. Lo extraña mucho, ya han pasado tres días desde que él se fue de viaje, y aún no la ha llamado. Ella sabe que él está bien porque se lo ha dicho su familia, sin embargo Alejandra sabe que la relación con su novio ya no es la misma de antes. Llevan un año juntos, pero desde hace un buen tiempo las cosas empezaron a cambiar.

Etiquetas

Entro, me siento en la última fila del salón y miro a mi alrededor. Me gusta mucho mi clase, hay una gran variedad de personas, todos son muy diferentes, tienen actitudes distintas, usan ropa distinta, hablan distinto, etc. He aquí las categorías:

El popular: Todos saben su nombre, el profesor lo adora, siempre le sonríe y le da puntos solo por estar presente, seguramente el profesor cuando era joven también fue popular y se siente muy identificado.

Y tú, ¿Conoces a Miranda?

*****
Luciana está emocionada, es su primer día de clases en el cuarto grado de primaria. Se despierta muy temprano, se baña, se pone su ropa nueva y espera ansiosa a que la movilidad la recoja de su casa.

Llega la movilidad, Luciana sube y ve a los demás niños con sus uniformes nuevos al igual que ella.No conversa con nadie, está sentada mirando por la ventana, y piensa en cómo será su primer día, si habrán nuevos profesores, asignaturas más difíciles, pero sobretodo, compañeros nuevos.

La movilidad llega al colegio, y la primera en bajar es Luciana, bajó tan deprisa que se tropezó y se estampó la cara contra la vereda, sin embargo, eso no la detiene, se pone de pié y entra a paso veloz por la puerta del colegio saludando con una gran sonrisa a todos.

El momento de la verdad II

Yo esperaba un grito, una palabra, un gesto, algo, pero no. Mi padre solo se puso de pié, fijó su mirada en la puerta de mi habitación, caminó hasta ella, y se retiró cerrándola suavemente. Solté un suspiro y me dije a mí misma: “Pudo ser peor, ha reaccionado…normal, seguro mañana hablaremos con más calma”.
No pasaron ni dos minutos y escucho un “PUM!”; me asusté, quería voltear para abrir la puerta y ver qué pasaba allá afuera, pero no pude hacerlo, ya que al momento de voltear, mi puerta ya estaba abierta; así es, mi padre había hecho el “PUM!” al abrirla de un porrazo. Su cara era un tomate, sus manos ahora eran puños y poco a poco empezó a inflar su pecho.
Yo estaba sentada en la silla de mi escritorio, lo miré y contuve el aire, no quería emitir ruido alguno y/o hacer un movimiento en falso.

¿Que tanto miras?

Es de noche, casi las 8 y no hace mucho frío. Me aburrí de estar en mi habitación, decido salir a la terraza, corro las rejas, abro la puerta, y siento el aire nocturno. Tengo puesto un jean, un polo rosado, encima una chamarra, y en los pies unas medias marrones y unas pantuflas del mismo color, finalmente, mi ipod en la mano. Doy unos pasos hasta ese pequeño “techito” de la terraza, me siento bajo de -lo mencionado antes de la coma-, tengo la espalda contra la pared y las rodillas flexionadas, me pongo los audífonos y empiezo a observar…

Monjas locas

Hace una semana estaba en un taxi yendo a casa. El semáforo se puso en rojo, yo como siempre, súper observadora, miro por las ventanas del coche. Miré a la izquierda, nada interesante, solo otros vehículos. Miré a la derecha y cuando creí ver más vehículos, pude notar algo muy gracioso, según yo. Era un bus blanco, solo un poco más grande que un coche normal, y dentro de él habían dos monjas riéndose y moviéndose alocadamente (supongo que habrá sido una especie de baile). No pude dejar de mirarlas, y tampoco el taxista, era una escena muy divertida, primero porque nunca había visto una monja al volante, y segundo porque estaban riéndose y moviendo los brazos como si fueran a salir volando de su asiento. Más divertido fue cuando el semáforo se puso en verde, todos los coches avanzaron, menos ese, parece que la monja recién estaba aprendiendo a manejar porque se pegaba al volante casi abrazándolo y estaba acelerando y frenando, acelerando y frenando, todo poquito a poquito, y eso hizo que muchos empiecen a tocar el claxon, pero a pesar de eso, ellas siguieron en lo suyo.

El momento de la verdad

Primera opción, no decírselo a nadie y llevarlo con normalidad, evitando así un gran “escándalo” para los que me rodean., por ahora…
Segunda opción, contárselo de una vez a las personas más cercanas, incluyendo a mis padres, ser súper fuerte, y soportar todo lo que me fueran a decir y/o querer “prohibir” (no podrían), para finalmente darle origen a un sinfín de discusiones.

Esas eran mis dos opciones, y después de largos minutos meditando, escogí la primera.
Uno de los argumentos que tuve a favor de esa primera opción, fue porque no iba a soportar más disgustos por parte de mis padres, hacia mí. Claro que no puedo generalizar, el que realmente me intimidaba, era mi padre, siempre queriendo que haga todo a su manera, mi madre podía pensar de la misma manera que él, sin embargo, ella era más calmada y generaba más confianza.

Una chapa en la arena

Son las cinco de la tarde, Mario y Fiorella están caminando por la orilla de la playa Agua Dulce de Chorrillos, no hay mucha gente por ahí, solo parejas sentadas en la arena esperando la puesta de sol y algunos niños intentando volar cometa con sus padres. Los dos están de la mano y cada uno sujeta sus zapatos con la otra, con cada paso van dejando sus huellas impregnadas en la arena mientras el mar las borra cada cierto tiempo. Durante aquella andanza, Fiorella se inca el pié con la chapa de una botella de cerveza, ella deja caer sus zapatos y se sienta en la arena porque ya no desea caminar, Mario sujeta el pie de Fiorella y empieza a acariciarlo lentamente para producirle un poco de alivio, le da un beso y le dice que la ama. Ella parece no haber escuchado, lo mira y le pregunta si es que algún día podrán ir a una de esas playas del sur de las que mucha gente habla.