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El momento de la verdad

Primera opción, no decírselo a nadie y llevarlo con normalidad, evitando así un gran “escándalo” para los que me rodean., por ahora…
Segunda opción, contárselo de una vez a las personas más cercanas, incluyendo a mis padres, ser súper fuerte, y soportar todo lo que me fueran a decir y/o querer “prohibir” (no podrían), para finalmente darle origen a un sinfín de discusiones.

Esas eran mis dos opciones, y después de largos minutos meditando, escogí la primera.
Uno de los argumentos que tuve a favor de esa primera opción, fue porque no iba a soportar más disgustos por parte de mis padres, hacia mí. Claro que no puedo generalizar, el que realmente me intimidaba, era mi padre, siempre queriendo que haga todo a su manera, mi madre podía pensar de la misma manera que él, sin embargo, ella era más calmada y generaba más confianza.

Por lo tanto preferí que se enteren ellos solos mucho más adelante y “llevar la fiesta en paz”.
Para eso necesitaba ser muy discreta y cuidadosa con cada movimiento que iba a realizar. En pocas palabras, mentir.

- Papá, voy a salir con Lorena.

Esa era la mentira número uno, la que usé por mucho tiempo, hasta que un día…

- Papá, voy a salir con Lorena, ya?
- Lorena, Lorena…siempre te dice para salir, no estudia? Esa chiquita es más movida que maraca de brujo!

No me quedó de otra que dejar de usar esa excusa, porque no me gustaba la idea de que piensen mal de una de mis mejores amigas. Así que mentira número uno, anulada.

- Papá, voy a estudiar con un grupo de amigos en la universidad.

Esa fue la mentira número dos, duró un buen tiempo, pero no tanto, porque mi papá sabía que yo jamás era de estudiar en grupo y le parecía raro. Acaso uno no puede cambiar? Bah…

Felizmente tenía muchos huecos en mi horario, y eso hacía más fácil el poder ir de vez en cuando a comer con Daniel. Y así, lo único que tenía que decir en mi casa, era, Tengo muchas clases…, eso era lo bueno de que nadie en casa sabía mi horario.

Era viernes por la noche, Dani y yo habíamos quedado en salir a pasear por larcomar. Decidí usar la primera mentira, por obvias razones (no había otra que concuerde con salir un viernes por la noche). Así que cuando mi padre llegó a casa, yo, tranquila y de lo más relajada, le dije:

- Pá, voy a salir con Lorena y unas amigas más a una reunión, ya?

Cuando lo veo bien, me doy cuenta de algo en sus ojos, estaban rojos y medios perdidos; afirmativo, había regresado de una de esas cenas en las que toma unas copitas por aquí y otras copitas por allá.
Creo que no fue el momento más adecuado para pedirle permiso, tal vez si le hubiera dicho más temprano, las cosas hubieran sido distintas….pero bueno.

Después de haber escuchado mi pregunta, se quedó parado mirándome desde los pies de la escalera, para esto, yo estaba en lo que sería, la “cabeza” de la escalera?...en fin. Se quedó parado, tambaleándose levemente de un lado para el otro por efecto del alcohol, y me dijo:

- Con quién?
- Con Lore y unas amigas más, papá
- Amigas de dónde?
- De la universidad!!
- A dónde se van?
- A una reunión papá…
- Dónde?
- En casa de otra amiga!, yo iré ahorita a la casa de Lore para encontrarnos ahí todas y después irnos a la reunión.
- Ya…yo te llevo a la casa de tu amiga.
- Papá, no te preocupes, yo voy caminando, su casa es aquí nomás.
- NO…yo te voy a llevar
- Pero papá, qué te pasa? No confías en mi?
- NO! Y ya dime la verdad! Con quién vas a salir, DIME, con quién estás saliendo. No me digas que con tus amigas porque no es cierto!
- Pero estoy saliendo con mis amigas!
- Ya, entonces no tiene nada de malo que yo te lleve y te deje ahí con tus amigas. Y si no quieres que te lleve, entonces NO SALES.
- YA PUES! Me quedo…! (cerrando la puerta de mi cuarto de un solo golpe)

Llamé a Daniel para decirle que ya no podía salir, y en eso, entra mi padre tirando la puerta de mi habitación y me pregunta con quién estaba saliendo, con quién estaba hablando, que no le mienta, que le diga la verdad y que no tenía nada de malo que salga con alguien, pero que le cuente.
Colgué el móvil y no dije ni una palabra, mi padre seguía insistiendo. Una lágrima resbaló por mi rostro, estaba asustada, presentía lo que iba a suceder. Hubo un silencio enorme, mi papá se sentó y solo hizo una pregunta.

- Cuántos años tiene…

Tragué saliva y dije.. Treinta y cinco.

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