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Dulce como caramelo

Hoy estaba regresando en un taxi a mi casa, acababa de almorzar con Daniel.
El taxista era muy buena gente, también pude notar por su acento, que probablemente provenía de la sierra. El me iba hablando en el camino, hablaba sobre los edificios que estaban en el cerro.

- Mire señorita, en esa parte del cerro se construye mucho edificio, ¿ve ese blanco?, es su hermanito menor del grandote de su costado jaja. Qué pasará cuando hay terremoto! Uy que miedo señorita! No me gustaría vivir ahí.

Entre tanta cháchara, el semáforo se puso en rojo. De repente apareció un loquito, lo pude notar por sus ojos perdidos y los gestos que hacía; estaba vendiendo caramelos, se acercaba de coche en coche, hasta que de pronto su mirada apuntó hacia mí, y a paso acelerado se dirigió hasta el taxi en el que yo estaba. Tenía miedo, no sabía qué hacer, muchas veces me he cruzado con personas idas y todas me han gritado o perseguido sin razón alguna, así que lo único que hice fue mirar a otro lado. Una vez parado frente a mi ventana, el loquito me mira, yo volteo y le sonrío temerosamente, él me responde con una sonrisa de oreja a oreja e introduce su mano en la bolsa de caramelos que llevaba bajo el brazo, toma uno de ellos, y por la ventana de adelante, me lo entrega. Yo lo miré y agarré mi cartera para sacar unas monedas y poder pagarle, él no me habló, solo me hizo un gesto de negación y a pesar que le insistí, rechazó mis monedas. Me volvió a sonreír, era una sonrisa muy tierna, llevo su mano hasta su boca y me mandó un beso volado, finalmente me guiño el ojo y se fue.

Me quedé atónita, no sabía que pensar ni que decir, el taxista tampoco ayudaba mucho, tenía la boca en forma de “o” y miraba el caramelo que tenía en la mano.

- ¿Le dio un caramelo?
- Sí…
- Y no quiso aceptar que le pague
- No pues
- Qué raro señorita!

Seguro muchos no lo vean como lo veo yo, pero aquel gesto tan dulce de esa persona que probablemente no vea nunca más, fue algo que vale la pena recordar siempre. No porque me haya regalado un caramelo, sino porque me enseñó algo muy importante; que a pesar de las dificultades que te trae la vida, se puede seguir siendo feliz y mostrar una sonrisa al mundo, una sonrisa que al mismo tiempo contagia y hace felices a los demás.

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