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El momento de la verdad II

Yo esperaba un grito, una palabra, un gesto, algo, pero no. Mi padre solo se puso de pié, fijó su mirada en la puerta de mi habitación, caminó hasta ella, y se retiró cerrándola suavemente. Solté un suspiro y me dije a mí misma: “Pudo ser peor, ha reaccionado…normal, seguro mañana hablaremos con más calma”.
No pasaron ni dos minutos y escucho un “PUM!”; me asusté, quería voltear para abrir la puerta y ver qué pasaba allá afuera, pero no pude hacerlo, ya que al momento de voltear, mi puerta ya estaba abierta; así es, mi padre había hecho el “PUM!” al abrirla de un porrazo. Su cara era un tomate, sus manos ahora eran puños y poco a poco empezó a inflar su pecho.
Yo estaba sentada en la silla de mi escritorio, lo miré y contuve el aire, no quería emitir ruido alguno y/o hacer un movimiento en falso.

A paso de luchador, mi padre caminó hasta mi cama, y se sentó. Los dos seguíamos callados, yo no sabía que decir y supongo que él intentaba controlar toda su furia.

- No quiero que lo veas más.

Eso fue lo primero que me dijo, y yo, queriendo defender mis “derechos e intereses”, le pregunté “por qué?”. Y como era de esperarse, me respondió:

- Te he dicho que no quiero que lo vuelvas a ver.

Que podía decir contra eso; casi todos los que me conocen saben que no me gusta perder y que soy demasiado terca, así que…
Ay Dios mío, para qué me dijo eso mi padre…

- Pero papá, no me puedes prohibir verlo
- Si puedo, y lo estoy haciendo!
- No puedes, soy mayor de edad…
- Y? eso que importa! Vives bajo mi techo y mientras sigas aquí, tienes que hacer lo que yo diga. [típica frase de los padres]
- Entonces me voy pues!
- Vete, a ver! (señalando la puerta)

Me paré y caminé hasta la puerta, agarré la manija y le di ¼ de vuelta; mi padre, al ver que realmente era capaz de irme, me gritó:

- SIENTATE!
- Pero si has dicho que me vaya…ya me voy pues.
- SIENTATE, NO TE HAGAS LA REBELDE.

Pero no entiendo, como me puedo “hacer la rebelde” si el mismo me dijo que me vaya, al contrario, intentaba ser obediente.
A quién engaño, me gustaba enfrentarlo…

- Estás loca? Como puedes irte así nomás.
- Me voy pues papá…
- NO! El que se va, se va bien, con sus cosas y todo.
- Ah ya, pero entonces, me dejas empacar mis cosas?
- No te hagas la graciosa, si te vas de esta casa, yo tengo que saber con quién te vas, y a dónde te vas. Pero igual….tú no puedes irte de esta casa ahora.
- Por qué no!? Si yo quiero puedo irme. Y tú no puedes retenerme.
- Si puedo!
- No puedes…
- SI PUEDO! Porque yo te mantengo.
- Pero yo puedo mantenerme sola.
- Cómo?
- Trabajando; papá entiende, ya soy mayor de edad.
- Tú crees que es así de simple?. JA…
- No, yo no digo que sea simple, y tampoco sé por qué hemos llegado a este tema. Tú querías saber con quién estaba saliendo, solo te dije su edad y tú ya no me has preguntado nada más de él. Me gustaría que me escuches y que después reacciones. Pero, cómo te puedes poner así, si ni siquiera sabes su nombre.

Y así empezó el interrogatorio.

- Está bien, cómo se llama?
- Daniel…
- Daniel qué?
- Daniel López.
- Es casado?
- No!
- Divorciado?
- No!
- Tiene pareja?
- Papá, tú crees que yo soy una p…
- No… solo preguntaba… Tiene hijos?
- Si…una hija.
- Ya…
- Dónde lo conociste?

Esa pregunta me resultó un poco difícil de responder, ya que si le decía la verdad iba a pensar mal de Daniel, sin embargo, lo hice.

- Te acuerdas que en abril estuve aprendiendo a manejar en *** ?
- Lo conociste ahí?
- Espérate papá! Déjame contarte. El…
- El te enseñó?
- Si…
- Ja…como no me di cuenta.
- (absoluto silencio)

Y así continuó preguntándome más cosas, hasta que la conversación de pronto se volvió a poner fuerte…

- Que sea hombre y hable conmigo
- Pero no tiene que hacerlo…
- Pero si es hombrecito que lo haga pues, que venga, que se presente!
- Ahorita está trabajando…
- Pero llámalo y dile que quiero hablar con él, no tiene nada de malo.
- YA $#”/&! Ahorita lo llamo… (marcándole a Daniel)

Hablé con Daniel, le resumí en diez segundos todo lo que había sucedido, le dije que mi papá quería hablar con él y Daniel me dijo que estaba bien.
Le pasé el móvil a mi padre y ellos comenzaron a hablar. Mi padre le dijo que por qué nos escondíamos, que todas las cosas que se hacían a escondidas eran porque no traían nada bueno.

Pero no entiendo como quería mi padre que le cuente que estaba saliendo con un hombre diecisiete años mayor que yo, primero porque no confío en él y segundo, porque todos sabemos cómo piensa la sociedad actual.

Charlaron poco tiempo, casi todo lo que le dijo mi padre fue: “Un día de estos hablaremos”.
Yo estaba muy nerviosa, no sabía que más iba a suceder…
Terminaron de hablar, me devolvió el móvil y me dijo:

- Ya quedamos en hablar un día de estos, yo estoy reaccionando de la mejor manera posible, no vayas a hacer nada de lo cual te puedas arrepentir después.
- Me estás amenazando?
- NO, solo te digo que NO SALGAS DE LA CASA hasta que yo hable con él, ni te atrevas a pisar la puerta de la casa. Yo conozco a mucha gente, y si tú haces alguna tontería, el que la va a pagar es él, no querrás que se quede sin trabajo, verdad?
- Estás loco
- Ya te advertí.. (saliendo y cerrando la puerta de mi habitación)

Fueron días muy feos, no lo vi a Daniel por varias semanas, muchas veces hablábamos por móvil y decíamos que no podíamos más, no sabíamos qué debíamos hacer, si dejar que “gane” mi padre o luchar.
Ambos decidimos luchar, no podíamos dejar que echen a perder nuestra relación. Relación de amigos, mejores amigos, enamorados, novios, pareja, o como quieran llamarle.
Yo me sentía bien con él, y él conmigo. Nuestras vidas ya eran distintas, por fin éramos realmente felices y nos amábamos. Gracias a Dios y a nuestra fuerza, las cosas mejoraron y ahora todo está relativamente bien. (Ganamos)

Pero, lo más curioso de todo esto, es que mi madre aún no sabe nada de Daniel…

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