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Taxistas


Si me dieran un dólar por cada taxi al que me he subido hasta ahora, sería millonaria. Y es que, gracias a mi experiencia como pasajera, he podido clasificar a los distintos tipos de choferes, o comúnmente llamados, taxistas.
El taxista suicida.
Es aquél que conduce como si estuviera siendo perseguido por alguien, y que cree que su vehículo es del tamaño de una bicicleta. No es rápido, es veloz. Para él no existen rompe muelles o baches. Sabe por dónde meterse si es que hay tráfico. Si es que hay demasiada congestión vehicular, al diablo, para eso está la vereda. Le gusta pasarse los semáforos un segundo después que estos cambian a rojo. Como pasajero, sentirás mucha adrenalina.
Finalmente, llegarás a tu destino, y la mayoría de veces, al tiempo esperado.

 
El taxista amiguero.
Desde el primer momento que pones un pie dentro de su taxi, te empieza a conversar de la vida. Te habla de las noticias, de su vida, de la vida de los demás, y a veces te pregunta sobre la tuya. Sabe escuchar. Es un buen consejero para aquellos pasajeros deprimidos.
Cuando ya te vas a bajar, se despide diciéndote cosas como: “Que tenga un buen día”, “Un gusto”, “Felices Fiestas”, “Buenas noches”, “Que le vaya bien”, “Suerte con su problemita”, etc.
El taxista calculador de kilometraje.
En realidad no he conocido a muchos así, solo a uno. Era un hombre mayor, y tenía un carrito viejo. Cuando le dije a dónde quería ir, me preguntó: “¿Cuánto paga?”. “Siete” le respondí. No me creía, según el debería ser nueve, pero aceptó, y me dijo que iba a ir contando los kilómetros para ver si era cierto que el precio debería ser el que yo dije.
“Ya va 1km…pero mire, ahorita sube otro km más”, así se la pasaba todo el camino, contando kilómetro por kilómetro. “Seguramente llegaremos a los 6  kilómetros. ¿En cuánto tiempo llega siempre?” me preguntó. “En quince minutos, a veces en veinte” respondí. “Sí, es lo más probable, ya vamos 3 kilómetros y han pasado casi diez minutos”.
Me bajé unas cuadras antes del lugar a donde iba, solo por miedo a que siga contando sus kilómetros y me quiera cobrar de más.
“Sí, señorita, tenía razón. Son siete soles, es más, deberían ser seis nomás”. “Y ¿Por qué me cobra siete?” le pregunté. “Porque todos le cobran así, pues, señorita”.
El taxista halagador.
Especialmente si eres una mujer. “¡Qué guapa!” te dicen. Y te preguntan si tienes novio, y si es que les dices “no”, te preguntarán por qué y que cómo es posible semejante barbaridad…”Usted, siendo una joven tan bonita, debe tener muchos fans”.
Si les afirmas que tienes novio, “Qué suerte la de él”, dicen, “Cómo me gustaría tener unos cuantos años menos”, comentan los más atrevidos.
Te miran por momentos a través del espejo retrovisor y te sonríen. Unos cuantos, tienden a pasarse de halagadores a coquetos.
Cuando se despiden, algunos son tan pero tan coquetos que se bajan para abrirte la puerta. Otros quizá no te cobran. Y la mayoría de ellos, solo te desean suerte en todo, que tengas un lindo día, y te agradecen el haber subido a su taxi.
El taxista amargado.
Le molesta todo. Desde que te subas al taxi y le pidas que cambie la emisora, hasta los otros taxistas que, según él, manejan mal y deberían desaparecer.
Hay dos posibilidades; que esté renegando desde antes que tú te subas por quién sabe qué motivos, o que tú hayas hecho que se enoje, ya que él quería cobrarte 15 soles de Miraflores a Surco porque era de noche y a esa hora hay tráfico, y sin embargo, tú hiciste que finalmente te lleve por 8 soles.
Su enojo lo demuestra tocándole la bocina a todos, insultando a los que intentan pasarlo, y menospreciando a las mujeres que conducen.
Se pueden llegar a molestar más si es que encima quieres pagarles con un billete de 100 soles.
Y que ni se te ocurra preguntarle si es que puedes prender un cigarro, recoger a algún amigo, abrir la ventana; parar en un banco para sacar dinero, en un grifo para entrar al servicio, en una tienda o en algún otro lugar que no sea a donde quieres llegar. Si realmente amas tu vida, evita hacerlos enojar más.

El taxista “famoso”.
No es que sea famoso, pero tiene parientes o conocidos que sí lo son, y por lo tanto él también podría ser considerado así; según él. “Yo soy el vecino del esposo de la hermana de la prima de un entrevistador conocidísimo que sale en el canal 4. A veces lo veo por mi barrio. Nos saludamos a la distancia. Y unas cuantas veces hemos coincidido en reuniones de amigos. Somos muy cercanos. Como uña y mugre”.
Otros quizás mienten, o quizás no. “Tal vez no me crea, pero yo una vez salí con una vedette famosísima que sale en varios programas y que ahora está con un futbolista. Se moría por mí la desgraciada esta, pero le dije que no estaba preparado para todo eso de la prensa y la farándula, por eso no salí más con ella”.
Por otro lado, hay algunos que si han tenido sus segundos de fama. “La otra vez estaban grabando un comercial de unas galletas, y yo justo pasaba por ahí. Me pidieron que pase con mi taxi por el lugar que me iban a decir y que sonría a la cámara. Fueron solo unos 5 segundos, pero salí en el comercial, y encima me hice  amigo de otros artistas que estaban ahí. Ahora soy famoso, y mi taxi también”.

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