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Declarando y Aclarando

Estos dos últimos meses se han pasado volando; para mí. Han ocurrido muchísimas cosas. Cosas que me avergüenza contar; cosas de las cuales me siento muy orgullosa; cosas que nadie, ni mi almohada, sabe, solo yo; y cosas que le han dado esos pequeños toques de júbilo a mi vida.


No puedo contarlo todo; estaría mal. Yo siempre he creído que uno debe compartir lo que desea, pero también mantener algunas cosas en secreto. Una persona con secretos, de los buenos, siempre resulta más interesante y misteriosa. Pero si son secretos de los “malos”, bueno, no sé qué decir; cada uno sabe lo que guarda; yo sé lo que guardo.
En el post “Mi ángel”, publicado el nueve de febrero, escribí acerca de una mujer; amiga de Daniel. Conté que recibí un correo suyo diciéndome que ellos habían salido antes, que me había engañado todo ese tiempo que estuvimos juntos, y que era un mentiroso.
Semanas después de lo ocurrido, me llamó la infeliz.

- ¿Aló? - contesté
- ¿Lucía?
- Sí…¿Quién es?
- Hola, disculpa que te moleste. Soy E, la que te mandó el correo.
- Ah tú…Bueno, no tengo nada que hablar contigo así que…
- No, no, Lucía. Escúchame, por favor.
- Rápido
- Mira Lucía. Creo que debería decirte la verdad. Y te lo voy a decir porque obviamente está mal mentir, y por otro lado, se han enterado en el trabajo, y me pueden botar por lo que hice. Parece que Daniel le contó a mi jefe…
- Dilo de una vez
- Pues bien, a mí siempre me gustó Daniel, pero él nunca me hizo caso. A pesar de eso, yo seguía molestándolo, y cuando me enteré que estaba contigo, quise fregarlo más. Le mandaba correos porque sabía que tú los ibas a leer, ya que él hace tiempo me dijo que confiaba tanto en ti que te había dado su contraseña. Él nunca me respondió, nunca salió conmigo, y nunca pasó nada de nada. Tampoco te engañó.
- ¿No tienes nada más que decir?
- Perdón
- Ya. Chau –dije, y colgué.
No sabía a quién creerle. No sabía qué pensar, qué hacer; no sabía nada. Después de meditarlo unos segundos, me dije “bien Lucía, es mejor que pienses que no te engañó ¿no?, además, ahí está la prueba”.
Mi vida siguió igual, de vacaciones y saliendo con el gordo. El problema era que yo me empecé a sentir distinta, extraña conmigo misma. Por momentos quería estar sola sin saber del mundo; escuchar música tirada en mi cama y no salir (algo que no está mal, pero que no iba conmigo en ese momento; no tenía razón de ser).
Pensé que quizá podría ser porque salía casi todos los días con el gordo. Salíamos a comer, al cine, a tomar unas copitas, a Miraflores a caminar, al Jockey a webear, etc. También habían días que nos quedábamos en mi casa, pero sí o sí nos veíamos. De los siete días de la semana, mínimo eran cinco.
Era bastante para mí, sin embargo, no fue solo eso. Yo aún pensaba en Daniel, tal vez no como novio, pero sí como persona. Lo extrañaba un poco, tenía ganas de llamarlo y saber cómo estaba.
No podía creer lo que me estaba pasando, pero sabía que no estaba bien hacerle eso al gordo, así que terminé con él.
Me preguntó por qué, y le dije la verdad; que me sentía extraña, y necesitaba mi espacio.
Cabe resaltar que yo no terminé con él para buscar a Daniel; no no, solo necesitaba estar sola, y como mencioné en líneas anteriores; no puedes estar con un persona y pensar en otra al mismo tiempo, así pienses un cero coma uno por ciento.
Después de ese día ocurrieron más cosas de las cuales prefiero guardar reserva; mi idiosincrasia no me permite contarlas...aún.
Decidí dejar de lado todo lo relacionado al amor y pensar en la nueva carrera que iba empezar; derecho. Después de dos años de lucha contra una carrera que falsamente me hacía feliz, pude convencer a mi padre de cambiarme. No lo tomó muy bien, pero tampoco lo tomó mal; solo fue un mes de resentimiento por su parte; nada que, lastimosamente, me importe. Y lo digo así de frívolo y cruel, porque perdí dos años de mi vida estudiando algo que simplemente, no era lo mío. No lo culpo a él por obligarme a estudiar algo que yo no quería. Me culpo a mí por no haber sido tan fuerte como para decir "NO". Y me culpo cada vez más y más por no tener aún la suficiente fortaleza de decir “Papá, derecho me gusta, pero no me apasiona”.
Antes de cambiarme de carrera, yo ya tenía claro lo que me gustaba; Comunicaciones. Sin embargo, sabía que a él no le iba a gustar, así que fui preparada.

- ¿Comunicaciones?  No no, de esos hay por todos lados.
- Pero…es lo que me gusta y me hace feliz
J
- Aquí ya no se trata de tú felicidad, se trata de lo que necesites.
- Yo necesito ser feliz…
- Ya, ¡No me vengas con tonterías! No pienso pagarte una carrera así.
- ¿Y si estudio derecho?
- Mmm…Lo puedo pensar.
Y fue así como me cambié a derecho. Me gusta, no lo puedo negar. Pero yo aún pienso que mi verdadera vocación es otra.
En el ámbito deportivo, pues, estoy haciendo equitación otra vez (después de casi tres años), y me gusta un montón. He conocido a nueva gente; nuevos “amigos”; tanto en la universidad como en esas clases. Son pocos; los puedo contar con las manos. Pero son buenos, y por algo están en mi vida.
Me alegra que cada vez haya más gente leyendo mi blog; me gusta cuando dicen que se sienten identificados con algún post. Me tomo el tiempo de escribir porque me apasiona; me inspira. Es una forma de expresar lo que tengo en la cabeza, y a la vez compartir eso con los demás.

No sé que pase después. No sé si reviva alguien del pasado; no sé si me quede en esta carrera; no sé si llegue a tener más amigos; pero si sé que seguiré escribiendo, porque eso me mantiene viva y me hace ser quien soy. Lo demás, que fluya.


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