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Emilio es mi primer hijo, varón, al que planeé por más de un año. Lo busqué por mucho tiempo, sin éxito. Legué a pensar incluso que no podía tener hijos por lo de mi ovario poliquístico.
Cuando me resigné a dejar atrás mi sueño de ser mamá, pum! Llegó. Qué curioso, no? Siempre dicen que las cosas llegan cuando menos te lo esperas, y eso fue exactamente lo que me pasó a mí.
Lo buscaba con desesperación, y  nada, pero dejé de buscarlo, y llegó. También dicen que el estrés hace que sea mucho más difícil tener hijos. Así que creo que eso también me pasó.


El día que me enteré que estaba embarazada fui la persona más feliz del universo. Mi sueño, regresó. Por el simple echo de llevar un pequeño frejolito en mi vientre, ya era mamá! Pero ahora tocaba esperar 9 meses para poder tenerlo entre mis brazos.
Los días se me hacían muy largos, y yo estaba cada vez más ansiosa. Preparamos todo para su llegada, y todos anhelaban conocerlo, era un bebé muy esperado a pesar de que al principio, le chocó a muchos.
Cuando me dijeron que era niño, el nombre EMILIO, se me vino a la mente, y así fue como lo llamé.

Nació a las 36 semanas + 1 día debido a que tenía sufrimiento fetal, sus latidos bajaban cuando a me daba una contracción, por eso me hicieron una cesárea de emergencia, pero todo salió súper bien.
Lo único triste fue que al nacer solo le pude dar un beso y se lo llevaron de inmediato para ponerlo en la incubadora por ser prematuro.

Los doctores me informaban sobre su estado y evolución, pero no podía ir a verlo porque la cesárea aún me dolía al caminar distancias largas, y él estaba en UCIN.

No pude verlo hasta dos días después que me lo llevaron a la habitación, de noche, cuando yo ya iba a dormir.
Entró una enfermera empujando una cunita, y en ella estaba mi precioso Emilio, “acá está para que le dé de lactar, señora” me dijo, y yo, me quedé muda de la alegría infinita que sentía. Cómo describir con palabras ese mágico momento de ver a mi hijito por primera vez. Fue simplemente maravilloso. Era un bebé perfecto.  Desde ese día lo tuve en mis brazos todo el tiempo y le prometí nunca más estar lejos de él.

A sus 3 meses y 8 días, decidimos amarnos de una manera especial y más fuerte que la común. Ese amor que puedes dar sin necesidad de ver o sentir.
Emilio me convirtió en una nueva persona, más fuerte, más guerrera, capaz de lograr todo, cómo él.

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