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Una nota para tí

Sales de tu casa y caminas por la calle, vas a una tienda, la más cercana. Entras, y agarras una botella de agua. -¿Hola?- dices en voz alta, mientras buscas con la mirada al vendedor. Lo ves salir por una puerta pequeña, le pagas, recibes tu vuelto, lo metes a tu bolsillo, y sales de ahí. Miras a ambos lados de la calle, no hay nadie. Te parece casi un milagro que todo esté tan desolado; hasta hace unas horas atrás, la calle estaba repleta de gente, carros, buses, etc. Giras la chapa de la botella y le das un sorbo a la bebida. Te sientas al borde de la vereda, y a lo lejos ves un anciano acercándose hacia donde estás tú. Tiene el pantalón roto y sucio, y lleva puesta una chompa gris. Das otro sorbo y te levantas lentamente. Ves al hombre cada vez más cerca a ti. Te das media vuelta y caminas hacia tu casa. – ¡Disculpa!- grita el anciano, volteas a mirarlo y esperas a que te diga algo más. -¿Me invitas un poco de tu bebida, por favor? Tengo sed- dice. Lo ignoras por temor, y aceleras el paso hacia tu casa.

Al día siguiente vuelves a ir a la misma tienda. Esta vez te pides un paquete de galletas. Nuevamente te sientas al borde de la vereda y observas tu entorno totalmente tranquilo y silencioso. A lo lejos ves al mismo hombre del día anterior. Está con la misma ropa y camina lentamente hacia ti. –Que pesado este viejo- piensas. Te levantas, tomas una galleta, le das un mordisco y caminas hacia tu casa. - ¡Disculpa!- grita el anciano. Giras un poco la cabeza y esperas oír más. -¿Me invitas una galleta, por favor? Tengo hambre- dice. Vuelves a ignorarlo y sigues tu camino.

Estás echado en tu cama, con las manos cruzadas sobre tu abdomen. Miras a la ventana, está lloviendo. Escuchas el timbre de tu casa, y te levantas para abrir la puerta. Miras por el ojal, y ves una sombra. Abres con cuidado y te das cuenta que es el mismo anciano que viste en la calle. Está temblando, y toda su ropa está empapada por la lluvia. Lo miras de pies a cabeza y decides cerrar la puerta. Justo en ese momento el hombre abre la mano y te muestra un papel. Lo miras extrañado y no sabes si tomarlo. El extiende su brazo para que puedas agarrarlo pero tú te asustas y le cierras la puerta en la cara.

Al otro día te levantas muy temprano y corres hacia la puerta para ver si el anciano sigue ahí, piensas que si lo ves nuevamente, vas a llamar a la policía. Te asomas por el ojal y no ves a nadie, así que abres la puerta y miras a tu alrededor. En eso ves un papel en el piso. Te parece familiar. - ¡Ah! ¡Es el papel que el viejo me quiso dar ayer! – exclamas. Te agachas levemente y lo recoges. Esta doblado en cuatro, así que lo desdoblas y empiezas a leer esas pequeñas letras que casi ni se ven porque la lluvia mojó el papel.
Terminas de leer la nota con las manos temblorosas y lágrimas en los ojos. No sabes qué hacer, estás atónito. Sueltas el papel y sales corriendo por la calle buscando al anciano. Entras velozmente a la tienda en donde compraste las otras veces y buscas una botella de agua y un paquete de galletas. Con las cosas en las manos sales de la tienda sin pagar y corres cada vez más rápido. Miras a tu derecha, y miras a tu izquierda, pero no puedes encontrar al hombre. Hay muchísima gente, y las pistas están repletas de carros y buses. Es extraño, todos los vehículos están detenidos. Te preguntas qué habrá sucedido, así que por un momento te olvidas del anciano e intentas averiguar por qué el atoro.

Es un camión, parece que dio vueltas de campana, y debajo de él hay una persona muerta. Hay bomberos, policías y una ambulancia, pero no hacen nada. Te acercas lentamente para ver un poco más de cerca y un policía te detiene, - ¡No puedes pasar! - dice. No le haces caso y lo apartas de tu camino. Ves que la persona que está debajo del camión es el anciano que buscabas. Te tiembla todo el cuerpo y tus piernas parecen gelatina. Caes al suelo de rodillas y sueltas las cosas que llevabas en las manos. Te das cuenta que llegaste demasiado tarde. Si le hubieras hecho caso cuando él te busco, todo sería distinto. Jamás te hubieras imaginado lo que decía la nota, pero sabías que todo era verdad. Y ahora esa verdad, se estaba yendo de tu vida ante tus ojos.

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