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Siempre hay mucho que ver

Domingo por la noche, el gordo y yo estamos caminando por el malecón de Miraflores, vemos un parque que no habíamos visto antes, bueno, el gordo sí pero nunca había caminado por ahí, así que decidimos bajar las escaleras que daban al parque y caminar por aquel lugar. Es grande, tiene mucha área verde y hay figuras semejantes a las líneas de nazca pero estas están formadas con luces que lo hacen ver más llamativo. Parecemos extranjeros caminado con la boca abierta y diciendo – Mira! ¿Qué figura es esa?, ¿How cute, no? -. Sí, en inglés, no sé por qué pero muchas veces se nos da por hablar entre nosotros en diferentes idiomas, es divertido, no juzguen.

Seguimos caminando y en eso escuchamos a alguien gritar – Alejandra! Ven Alejandra! -, y ahí llega Alejandra, alguien qué creíamos que era una persona, pero no, era un perro, o mejor dicho, una perra. ¿Qué persona le pone a su perro un nombre tan de, no sé, tan de humano?. Qué raro, pero bueno, ahí veíamos corretear feliz de aquí para allá y menear la cola a la juguetona Alejandra.

Se siente un aroma desagradable (para nosotros), - De hecho están fumando wiro – dice el gordo, y sí, efectivamente eso era. Había un grupo de chicos sentados en una banca, se reían, fumaban, y seguían armando más de esos con su guía de páginas amarillas que tenían al lado. Está bien que quieran fumar, si eso les gusta, adelante, fúmense uno o dos; pero llegar a un extremo de llevar un libro con más de mil páginas a un parque recurrido por muchas personas e instalar su pequeña fábrica privada de porros hechos con hojas que poseen contenido e información posiblemente necesaria para la población peruana, ya es demasiado.
Nosotros solo observamos y seguimos caminando.

Escuchamos música a lo lejos y vemos luces de colores, no sabemos de dónde provienen, así que subimos las escaleras para salir del parque y caminamos para allá. Cada vez nos acercamos más y la música se va haciendo más intensa, vemos un tumulto de gente rodeando algo y me da curiosidad saber qué es. - ¿Quieres ir? – pregunta el gordo, - ¿Tú quieres? – pregunto yo, - Si tú quieres – dice el gordo, - Entonces vamos – digo yo.
Una vez ahí vemos a diferentes grupos de jóvenes con cajones, flautas, tambores, bongoes, etc; tocando algún tipo de música que posiblemente no saben qué es, pero improvisan de una forma tal que lo que emiten resulta siendo muy agradable, según yo, claro.
Casi unos minutos después de haber llegado ahí, termina todo, así que el gordo y yo nos retiramos del lugar y continuamos nuevamente con nuestra caminata por el malecón miraflorino.

Mientras caminamos, vemos otro parque, tiene un camino de tierra al otro extremo de donde estamos nosotros, también hay unos árboles muy grandes y todo está oscuro. Casi en medio de ese camino, hay una pareja, creen estar solos porque se abrazan, se besan, se tocan, se todo; they are horny, en español, están calientes. Que incómodo, qué pasaría si yo tuviera hijos y ellos vieran eso, qué respondería si me preguntaran - ¿Qué están haciendo mami? -, pues, no lo sé, quiza podría decirles que están bailando algo semejante a la lambada pero más lento y a su estilo, quién sabe.

Más adelante hay una especie de precipicio, hay un chico a unos cuantos metros de él hablando por teléfono con su novia, - Es un suicida – dice el gordo, yo no lo creo porque a veces pone un pie más adelante y luego lo aleja, pisa adelante, pisa atrás, pisa adelante, y así sucesivamente, y un verdadero suicida de frente corre y se avienta. Además, tiene cara de tenerle miedo a las alturas, así que no lo hace de ninguna manera. Por otro lado, si en verdad viéramos que se va a tirar, intentaríamos detenerlo, claro está, pero este no era el caso así que nosotros seguímos nuestro camino.

Es difícil caminar tranquilos por ahí, se supone que al lado de la vereda hay una ciclovía, pero ningún ciclista maneja por ahí, por eso por momentos tenemos que corrernos un poquito a la derecha, otro poquito a la izquierda, y a veces cuando se les ocurre pasar dos al mismo tiempo tenemos que quedarnos totalmente quietos y esperar a que pasen. Ahora también se han puesto de moda los patines, y bueno, ellos tampoco usan la ciclovía, así que a ellos también debemos esquivar. Pero, ¿Cómo esquivar a alguien que no sabe manejar bicicleta?; poco a poco se acercaba un chico, tendría unos veintitantos años, estaba asustado, se le veía en el rostro, y no solo eso, sino que también sujetaba fuertemente el timón de su bicicleta, miraba al piso y manejaba zigzagueando. Caben dos posibilidades, que recién estaba aprendiendo a manejar o estaba ebrio.

Dos chicos pasan cerca de nosotros, deben ser amigos, o tal vez no; uno de ellos lo está abrazando al otro y acerca su cara con un gesto pícaro, – mmmfff Paletaaaaazo – dice el gordo, y sí, eran gays. Tenían una forma muy peculiar de caminar, les gustaba menear ligeramente la cadera con cada paso que daban. Pero ahora que lo pienso, tal vez no eran gays, quizá les guste caminar así y abrazarse el uno al otro, rozar las caras…, no, sí eran gays.

Es bueno salir de vez en cuando y observar a otras personas, ver lo qué hacen, intentar saber qué es lo que piensan, encontrar nuestras diferencias y semejanzas, pero sobretodo compartir por aunque sea unos instantes el mismo entorno. El gordo y yo la pasamos bien observando tantas cosas (personas, animales, etc), hablando de ellos (no necesariamente cosas malas), riéndonos de algunos, como la perra Alejandra; y la verdad también me gustaría saber qué habrán pensado ellos de nosotros al vernos; caminando sin rumbo, hablando tonterías, riéndonos de lo que sea, cantando, gritando (yo), etc.

Quizá ya hayan escrito de mí, todos somos tan diferentes que cada cosa que nos es rara o extraña, nos sirve para conocer y tal vez aprender, o como en mi caso, para escribir este post.

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